Entre el cielo y el mar, donde el viento se vuelve aliado y enemigo al mismo tiempo, nacen las historias más intensas del deporte extremo. Surf y parapente: dos mundos que se cruzan en la costa argentina para recordarnos que la libertad no se explica, se siente.
Hay momentos en los que el corazón late tan fuerte que parece querer salirse del pecho. Esa sensación, la de estar en el límite exacto entre el miedo y la felicidad, la encontré en la costa de Miramar, donde surfistas y parapentistas comparten un mismo escenario: el horizonte. 🌅
“Cuando estoy arriba, siento que vuelo sobre mi propia vida. Y cuando agarro una ola, es lo mismo: me dejo llevar”, me dijo Fede, instructor de parapente y surfista amateur. Lo escuché con el viento en la cara y entendí que lo que los une no es el riesgo, sino el deseo de fluir.
En la playa, varios surfistas afinaban sus tablas mientras otros, en el acantilado, desplegaban sus velas de parapente. Todo parecía sincronizado, como si el aire y el agua hubieran ensayado un espectáculo para unos pocos privilegiados.
🌊 Surf: el equilibrio en movimiento
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Los surfistas esperan la ola perfecta, esa que combina fuerza, dirección y tamaño.
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El mar argentino, especialmente entre Miramar y Chapadmalal, ofrece olas que pueden alcanzar los dos metros en días buenos.
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Las escuelas locales enseñan técnicas de remada, control de tabla y lectura de corrientes, pero sobre todo transmiten una filosofía: respetar al mar.
“Cada ola es distinta. No se trata de dominarla, sino de acompañarla”, me contó Vicky, una de las pocas instructoras mujeres de la zona.
🪂 Parapente: volar sin motor
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En los acantilados de la costa bonaerense, los pilotos despegan con el viento del sudeste y planean durante minutos que parecen horas.
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La altura promedio ronda los 60 metros, suficiente para contemplar el océano y sentir cómo el cuerpo se despega de la rutina.
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El equipo básico incluye arnés, casco, paracaídas de emergencia y, sobre todo, una buena lectura del viento.
“Lo difícil no es volar, es animarse a correr hacia el vacío”, me confesó un piloto antes de lanzarse.
Ambos deportes exigen técnica, respeto por la naturaleza y una cuota de coraje. Pero también regalan lo que pocos pueden experimentar: una conexión profunda con los elementos. En el surf, el cuerpo se funde con el agua. En el parapente, se disuelve en el aire. En ambos, se descubre lo esencial: la sensación de estar vivo.
🏖️ La costa, un escenario perfecto
Miramar, Necochea y Mar del Plata se convirtieron en puntos de encuentro para quienes buscan adrenalina y contacto con la naturaleza. Los atardeceres son el momento favorito: el viento baja, el mar se calma y el cielo se tiñe de naranja. Es ahí cuando el surfista busca su última ola y el parapentista aprovecha el último soplo del día.
En un mundo donde todo corre, ellos eligen fluir. Y quizás, en eso, esté la verdadera libertad. 🌅✨