A pasos de la estación Retiro, en pleno vértice urbano, se alza un tótem de 21 metros que no solo desafía al cemento porteño, sino que narra un vínculo cultural único entre Argentina y Canadá.
Frente al constante ir y venir de trenes, colectivos y autos, hay un punto exacto donde el ritmo de la ciudad se detiene para mirar hacia arriba. Es la Plaza Canadá, un espacio verde muchas veces ignorado por la velocidad del tránsito, pero que guarda en su centro una joya cultural: un imponente tótem indígena canadiense, símbolo de respeto, tradición y amistad entre naciones. Fue instalado en 1964 como un gesto del gobierno canadiense hacia la Argentina, y desde entonces se mantiene como un faro insólito en el paisaje urbano de Retiro.
“Mucha gente pasa por acá todos los días y no sabe ni por qué se llama Plaza Canadá ni qué significa el tótem. Es una lástima, porque este lugar tiene una historia increíble, digna de conocerse y de preservarse”, me dijo un comerciante de la zona mientras señalaba la estructura que se impone a metros de la estación.
Un monumento con alma indígena en el corazón de Buenos Aires
La historia comienza en la década del 60, cuando la Municipalidad de Buenos Aires decidió nombrar “Plaza Canadá” a este espacio ubicado entre las avenidas Ramos Mejía y Antártida Argentina. Fue un gesto de gratitud hacia el entonces embajador canadiense, quien propuso un obsequio cultural singular: un tótem tallado por el pueblo kwakiutl, una de las naciones indígenas originarias de la costa noroeste de Canadá.
El tótem fue inaugurado el 6 de marzo de 1964, y desde ese día se convirtió en un elemento tan llamativo como enigmático. Algunos lo miran con curiosidad, otros ni lo notan. Pero detrás de ese poste de cedro rojo tallado, hay figuras mitológicas que cuentan más de lo que uno imagina:
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Águila: símbolo de sabiduría y poder.
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León marino y nutria marina: seres protectores del mar y sus riquezas.
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Ballena: fuerza y unidad familiar.
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Castor: figura del trabajo y la construcción.
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Ave caníbal: espíritu sobrenatural que refleja el respeto por la naturaleza.
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El Hombre: representante del pueblo kwakiutl y su conexión con los espíritus animales.
Con 21 metros de altura, el tótem es uno de los más grandes emplazados fuera de Canadá, y su ubicación no es casual: fue pensado para estar visible desde la Estación Retiro, en una zona de alta circulación, como un mensaje que se impone en la cotidianidad.
Un gesto cultural, un patrimonio olvidado
La Plaza Canadá es más que un espacio verde: es un lugar de memoria. Sin embargo, el tiempo y la falta de mantenimiento deterioraron el tótem, al punto de que en febrero de 2008 debió ser desmontado por completo. Así lo anunció el entonces Ministro de Cultura de la Ciudad, Ing. Hernán Lombardi, explicando que se trataba de una medida preventiva para su restauración.
El tótem fue cuidadosamente restaurado y vuelto a instalar, pero el entorno aún reclama una revalorización que esté a la altura de su carga simbólica. Hoy, los bancos de la plaza lucen desgastados, la cartelería es escasa y la mayoría de los peatones desconoce la historia que se alza sobre sus cabezas.
“Este tótem debería tener visitas guiadas, una placa explicativa, algo que lo conecte con la gente. Es cultura viva, no solo un poste bonito”, me expresó una turista canadiense, emocionada al encontrarse inesperadamente con un ícono de su país en suelo argentino.