Con una puesta alucinante y un setlist cargado de himnos generacionales, Los Piojos reencendieron la llama de miles de fanáticos que vibraron al ritmo del reencuentro más esperado del rock nacional.

El Ritual Piojoso volvió a brillar en Buenos Aires con dos shows memorables en el Parque de la Ciudad. Fue mucho más que un recital: fue un encuentro entre generaciones, una explosión de nostalgia y energía que reconectó a la banda con su público de siempre y sumó nuevas voces a un canto colectivo que no conoce edad.

“Nos volvimos a encontrar, y fue como si el tiempo no hubiese pasado. Esto es una fiesta, es música, es emoción, es lo que somos. Gracias por estar”, dijo Andrés Ciro Martínez, visiblemente conmovido desde el escenario, en uno de los momentos más celebrados de la noche.

Cuerpo:
Como periodista y testigo de esta auténtica celebración del rock, puedo decir que lo vivido en el Parque de la Ciudad fue de otro planeta. Desde temprano, familias enteras, grupos de amigos y fanáticos solitarios empezaron a copar el predio con remeras históricas, banderas y una ansiedad imposible de disimular. Y cuando las luces bajaron y arrancaron los primeros acordes de “Tan Solo”, el grito fue unánime: Los Piojos están de vuelta.

Esta doble fecha en Buenos Aires se inscribe dentro de la gira de reencuentro que comenzó en diciembre pasado y que ya viene batiendo récords de convocatoria:

  • Siete funciones agotadas en el Estadio Único de La Plata marcaron el regreso oficial del grupo.

  • Tocaron en festivales emblemáticos como Cosquín Rock y Quilmes Rock, donde fueron una de las bandas más ovacionadas.

  • Llevaron su música a Rosario, Mendoza y Córdoba, con cada show convertido en un ritual multitudinario.

  • Ahora se preparan para dos nuevas fechas en junio en el Estadio de River Plate, que prometen cerrar este reencuentro con broche de oro.

El Parque de la Ciudad se transformó durante esas dos noches en un templo al aire libre donde se corearon clásicos como “Verano del 92”, “El Farolito”, “Babilonia”, “Ay ay ay” y “Maradó”, entre muchos otros. Cada tema fue una postal de otra época, una chispa de juventud, un himno generacional que sigue tan vigente como hace veinte años.

La puesta en escena no se quedó atrás: luces sincronizadas, pantallas gigantes con visuales impactantes y una banda afilada, con Ciro al frente derrochando carisma y potencia. A su lado, los músicos originales y nuevos integrantes mantuvieron viva la esencia del grupo sin dejar de sonar actuales.

Lo que se vivió fue más que un show: fue un reencuentro emocional, una celebración de la música como puente entre el pasado y el presente. Padres con hijos al hombro cantando a la par, amigos abrazados llorando con “Angelito”, pogo descontrolado en “Pistolas” y una ovación que parecía no tener fin.

Fui parte de ese ritual y puedo decirlo sin vueltas: Los Piojos no solo volvieron, sino que nunca se fueron del corazón de la gente. Y mientras haya una guitarra que rasgue “Tan Solo”, habrá alguien listo para cantar, vibrar y emocionarse como la primera vez.