Ubicado en la plazoleta que lleva su nombre, el monumento a Carlos Pellegrini se erige como un homenaje permanente al presidente que estabilizó la Argentina tras una de sus mayores crisis. Una obra francesa, un símbolo nacional.

A pasos de la frenética Avenida 9 de Julio, en una esquina donde el tiempo parece detenerse, el monumento a Carlos Pellegrini nos recuerda que la historia también vive en el espacio público. Inaugurado en 1914 y esculpido por el francés Jules Coutan, este homenaje de bronce y mármol conmemora al líder que supo conducir al país tras la caída de Juárez Celman y marcar un rumbo de reconstrucción.

“Hay estatuas que solo adornan, pero esta narra. Pellegrini no solo gobernó: reconstruyó. Y su figura sigue firme, entre el ruido de la ciudad, como testigo silencioso de ese legado”, pensé mientras observaba la elegancia sobria del conjunto escultórico.

Carlos Pellegrini asumió la presidencia en un momento límite: la crisis económica de 1890, el colapso del modelo especulativo y la renuncia de Miguel Juárez Celman lo dejaron al mando de un país a la deriva. En solo dos años (1890–1892), logró encauzar la economía, restaurar la confianza internacional y sentar las bases de una administración más eficiente.

Por eso, no es casual que su figura haya sido elegida para ser inmortalizada en el espacio público. El monumento, realizado por Jules-Félix Coutan, escultor del Petit Palais de París y autor de obras en la estación Grand Central Terminal de Nueva York, fue inaugurado en 1914, en pleno auge de la Argentina moderna.

El conjunto escultórico tiene una composición rica y equilibrada:

  • La figura principal de Pellegrini aparece en pie, con gesto reflexivo, vestido de civil, lo que refuerza su perfil de estadista más que de político tradicional.

  • A sus pies, en los laterales, se encuentran alegorías escultóricas que representan la industria y el comercio, pilares de su visión modernizadora.

  • La base está revestida en granito y mármol, y combina relieves y placas con inscripciones históricas.

  • Fue emplazado en la plazoleta que también lleva su nombre, ubicada entre las calles Carlos Pellegrini y Juncal, a metros del Teatro Colón y frente al Palacio de Tribunales.

Este monumento no solo honra a un presidente: conmemora a un modelo de liderazgo basado en la eficiencia, la organización del Estado y la firmeza en tiempos de crisis. Pellegrini fue también fundador del Banco Nación y promovió la creación de instituciones educativas técnicas, con una visión que combinaba desarrollo económico y formación profesional.

Hoy, más de un siglo después, su presencia allí, rodeado por edificios, taxis, peatones y oficinas, es una invitación a detenerse. A mirar, a recordar, a preguntar. ¿Qué nos diría Pellegrini si pudiera ver en lo que se ha convertido la Argentina por la que tanto trabajó?

Como cronista, siempre me atraen estos espacios donde el arte, la historia y la ciudad se encuentran. Me paré frente al monumento y pensé que, en medio del vértigo urbano, un instante de contemplación puede ser un acto de ciudadanía. Y que los monumentos, cuando se conocen, se transforman en algo más que piedra o metal: se vuelven parte de nuestra identidad.

Carlos Pellegrini sigue ahí, en el centro de Buenos Aires, recordándonos que la historia no solo se lee: también se camina. Y cada tanto, nos mira de vuelta.