En pleno centro de Buenos Aires, una de las plazas más antiguas de la ciudad esconde una historia que va de la marginalidad a la revolución. Plaza Libertad, donde una mendiga negra instaló su rancho y, décadas después, civiles se enfrentaron al poder.
Plaza Libertad no siempre fue verde ni libre. Antes de que los bancos de hierro y las sombras de los árboles la hicieran un remanso urbano, fue el hueco olvidado de la ciudad, ocupado por una mujer afrodescendiente que vivía en los márgenes. Hoy, la historia de ese pedazo de tierra entre Santa Fe y Talcahuano exige ser contada sin edulcorantes.
“Doña Gracia fue una de las tantas invisibles que dejó huella sin pretenderlo. Su rancho fue el primer gesto de apropiación de ese terreno que más tarde llamamos Plaza Libertad”, me dijo Horacio García, cronista barrial y vecino de la zona. “Hoy parece increíble pensar que en ese lugar hubo alguna vez un burdel humilde o combates con fusiles”.
Como periodista de Retiroweb, decidí ir más allá del verde prolijo que hoy decora esta plaza. Caminé sus senderos, consulté archivos y hablé con historiadores que me ayudaron a reconstruir una historia tan potente como olvidada. Y es que la Plaza Libertad, esa que hoy se esconde entre taxis, el Teatro Colón y edificios centenarios, tiene una vida anterior que pocos conocen.
¿Qué pasó?
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Un origen marginal e ignorado:
A fines del siglo XVIII, la manzana donde hoy se ubica la Plaza Libertad no tenía dueño ni construcciones. Era un baldío. Y fue entonces cuando una mujer afrodescendiente, conocida como Doña Gracia o Doña Engracia, construyó allí un rancho precario. Se dice que vivía sola y que, quizás, regenteaba un burdel muy humilde. Así, durante años, ese paraje fue conocido como el Hueco de Doña Gracia. -
El nacimiento del nombre:
En 1822, en pleno proceso de institucionalización del espacio público, se le asignó oficialmente el nombre de Plaza Libertad. Un gesto simbólico que dejaba atrás su pasado marginal y lo ligaba al ideario republicano de la época. -
Monumento a Adolfo Alsina:
En 1882 se erigió allí un monumento al político y militar Adolfo Alsina, obra del escultor francés Aimé Millet, quien también realizó piezas para el Palacio Garnier en París. Este monumento marcó el intento de embellecer y dar jerarquía a una plaza que ya tenía varias capas de historia acumuladas. -
Campo de batalla en 1890:
Pero su transformación no terminó ahí. En julio de 1890, durante la Revolución del Parque, la Plaza Libertad fue uno de los puntos de combate. Enfrentamientos armados entre rebeldes civiles y las tropas del presidente Juárez Celman dejaron un saldo de muertos y heridos. Los vecinos que vivían cerca del Congreso recuerdan haber escuchado disparos cruzados que resonaban entre los árboles y las veredas.
Hoy, Plaza Libertad parece otra. Está rodeada por las calles Libertad, Paraguay, Marcelo T. de Alvear y Talcahuano, y a pasos del Teatro Colón. Tiene:
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Bancos de hierro y sectores parquizados.
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Juegos infantiles renovados en los últimos años.
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Una zona donde los vecinos llevan a pasear a sus perros o a tomar mate a la sombra.
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Pocas (o casi ninguna) referencias visibles a su historia.
A pesar de su valor histórico, no hay placas que recuerden ni a Doña Gracia, ni a los combates de 1890. El monumento a Alsina ha sufrido deterioro con el paso del tiempo y fue vandalizado más de una vez. Muchos pasan por ahí sin saber que pisan tierra de lucha, de resistencia y de olvido.
El valor de recordar
Plaza Libertad no sólo fue testigo de cambios sociales, sino también de cómo la ciudad se construyó desde sus márgenes. La historia de Doña Gracia, una mujer negra, pobre y probablemente sola, dice mucho de cómo nacieron los espacios públicos en Buenos Aires: no desde arriba, sino desde abajo, desde el gesto silencioso de alguien que no tenía dónde estar.
Y lo mismo puede decirse del uso político del espacio, como ocurrió en 1890. Que hoy esta plaza sea un sitio de descanso y paso no borra el eco de esos fusiles ni el olor a pólvora que alguna vez la impregnó.