Uno de los edificios más emblemáticos de Buenos Aires, el Palacio Anchorena, es un testimonio de la majestuosidad de principios del siglo XX y la evolución de la ciudad. Mandado a construir por la familia Anchorena, este edificio de influencia alemana fue proyectado por el arquitecto Alejandro Christophersen. Hoy, en su transformación como Palacio San Martín, es la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
En Retiro a principios del siglo XX, donde la opulencia y la influencia europea marcaron la estética de muchos edificios, el Palacio Anchorena emergió como una joya arquitectónica mandada a construir por la poderosa familia Anchorena. Concebido entre 1905 y 1909 por el arquitecto alemán Alejandro Christophersen, este edificio no solo refleja el esplendor de una época, sino que, con el tiempo, se convirtió en un emblema de la diplomacia argentina al albergar desde 1936 al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
“El Palacio Anchorena no solo es un ejemplo magnífico de la arquitectura europea en Buenos Aires, sino que también es testigo de la historia de la diplomacia de nuestro país”, comenta la historiadora de arquitectura, Laura Hernández. “Es un punto de encuentro de la historia política y cultural argentina, que trasciende el tiempo y las renovaciones”. Desde su inauguración hasta su transformación en sede oficial de relaciones exteriores, este edificio ha visto negociaciones y acuerdos que han marcado el rumbo de la Argentina en el contexto internacional.
La construcción del Palacio Anchorena fue un proyecto de magnitudes impresionantes para su época. Mandado a edificar por la familia Anchorena, una de las familias más influyentes de la aristocracia porteña, el palacio fue diseñado para albergar a la alta sociedad y servir como centro de reuniones de la élite. El arquitecto encargado, Alejandro Christophersen, nacido en Alemania, trajo consigo una serie de influencias europeas, especialmente del estilo neoclásico y barroco, lo que permitió la creación de una estructura monumental, que conserva hasta el día de hoy su elegancia y solemnidad.
Algunos de los elementos arquitectónicos más destacados incluyen las columnas de orden corintio, las escaleras monumentales, los techos ornamentados y las fachadas que muestran un refinado trabajo en mármol y piedra. Estas características no solo demuestran el esplendor de la época, sino también la capacidad técnica de los arquitectos de la era.
En 1936, el palacio pasó a ser propiedad del gobierno argentino, lo que marcó un punto de inflexión en su historia. Desde entonces, se transformó en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, nombre que conserva en la actualidad bajo la denominación Palacio San Martín. El cambio de nombre no solo se debió a un hecho simbólico, sino también como un homenaje a José de San Martín, quien fue uno de los más grandes próceres de la independencia latinoamericana. Esta decisión respondía a un impulso por institucionalizar aún más un espacio de gran relevancia en el ámbito diplomático y político.
Desde su transformación en sede ministerial, el Palacio San Martín ha sido escenario de eventos de gran trascendencia. Reuniones con líderes internacionales, cumbres diplomáticas, y ceremonias protocolarias son solo algunos de los eventos que se celebran en sus lujosos salones. La transición de residencia privada a centro de poder gubernamental le otorga un aire de solemnidad, manteniendo una estrecha relación entre la historia argentina y la diplomacia internacional.
En cuanto a la arquitectura, el palacio mantiene su esplendor, aunque se ha ido adaptando a las necesidades del gobierno. Uno de los cambios más relevantes fue la remodelación de las instalaciones internas para adecuarlas a las necesidades del Ministerio de Relaciones Exteriores, sin perder su estilo original. De esta manera, el Palacio San Martín se mantiene como una de las estructuras más representativas del país, siendo un lugar de importancia para la historia y la política argentina.
Así, el Palacio Anchorena, conocido hoy como Palacio San Martín, continúa siendo un faro que ilumina la historia argentina y la diplomacia internacional. Su imponente presencia es un recordatorio de la riqueza cultural, política y arquitectónica que se construyó desde principios del siglo XX y sigue influyendo en la Argentina actual.