En pleno corazón de Buenos Aires, sobre la emblemática Avenida Santa Fe, se encuentra un rincón donde la historia cobra forma de acero, madera y pólvora: el Museo de Armas de la Nación. Un espacio único que guarda, entre vitrinas y recuerdos, más de 800 años de historia bélica mundial.

Caminar por las 18 salas del Museo de Armas de la Nación es atravesar siglos de guerras, conquistas y avances tecnológicos condensados en más de 2.000 piezas únicas. Fundado por decreto el 1° de octubre de 1904 por el entonces presidente Julio Argentino Roca, este espacio no solo conserva armas, sino también fragmentos esenciales de nuestra memoria histórica y cultural.

“El museo es un testimonio tangible de la evolución de la humanidad a través de sus conflictos y transformaciones. Cada objeto, cada arma, tiene una historia que contar”, expresó alguna vez el Dr. Fernando Jáuregui, su primer director y alma fundadora del espacio tal como hoy lo conocemos.

Cuando me acerqué al Museo, ubicado en Av. Santa Fe 702, no imaginaba encontrarme con semejante despliegue. La fachada es sobria, casi pasa desapercibida, pero una vez dentro, el asombro es inevitable. Las salas están organizadas de manera cronológica y temática, permitiendo al visitante seguir la evolución del armamento desde el siglo XII hasta el presente.

Estas son algunas de las razones por las cuales esta institución resulta tan relevante:

  • Fue creada por decreto presidencial el 1° de octubre de 1904, bajo la visión del General Julio A. Roca.

  • Abrió sus puertas al público recién el 14 de diciembre de 1940, gracias al trabajo del Dr. Fernando Jáuregui, quien fue su director hasta 1972.

  • Exhibe más de 2.000 piezas, que incluyen espadas medievales, armaduras, armas de fuego de distintas épocas, y objetos de las dos guerras mundiales.

  • Algunas de las reliquias provienen de colecciones privadas donadas, otras fueron traídas desde el extranjero o forman parte del patrimonio del Ejército Argentino.

  • La museografía está cuidadosamente diseñada para resaltar no solo la estética de las armas, sino también su contexto histórico, social y cultural.

El Museo también cumple una función educativa y de divulgación. Recibe visitas guiadas, estudiantes, historiadores y turistas interesados en conocer los aspectos técnicos y simbólicos de las armas a lo largo del tiempo. Más allá de lo bélico, las piezas hablan de tecnología, diseño, poder y hasta arte.

Uno de los aspectos más llamativos es la variedad de procedencias: desde katanas japonesas hasta sables criollos, pasando por fusiles europeos del siglo XIX y pistolas utilizadas en conflictos modernos. Hay vitrinas que parecen pequeños universos detenidos en el tiempo, cada una narrando fragmentos de batallas, duelos o revoluciones.

Como periodista y como ciudadano, me conmovió descubrir el esfuerzo por conservar este acervo. En tiempos donde los museos luchan por mantener vigencia, el de Armas se mantiene firme gracias a una curaduría meticulosa y a un relato histórico que nunca pierde actualidad.

Salir del Museo de Armas de la Nación es regresar al presente con la certeza de haber recorrido siglos de historia comprimidos en un solo edificio. Porque, al final, conocer el pasado armado de la humanidad es también una manera de entender el presente y proyectar el futuro.