Ubicado donde funcionó el primer cuartel de artillería, el Monumento Fuente al Cuerpo de Granaderos a Caballo recuerda la gesta patriótica con arte, historia y símbolos grabados en concreto.
En pleno corazón de Buenos Aires, una obra de cemento armado rinde tributo silencioso a una de las instituciones más emblemáticas del país. El Monumento Fuente al Cuerpo de Granaderos a Caballo, realizado por el escultor Enrique Savio, se alza donde estuvo el primer cuartel de artillería, con tres relieves que narran visualmente el espíritu, la historia y el sacrificio del Regimiento creado por el General San Martín.
“Este monumento no solo honra a los Granaderos, sino que también recuerda un momento fundacional del país. Es memoria grabada en piedra, pero viva en el corazón de los argentinos”, me dijo un historiador local durante la recorrida por el sitio, al destacar el valor simbólico de la obra.
En una ciudad donde el pasado convive con el presente a través de plazas, esquinas y monumentos, esta fuente escultórica —poco conocida incluso por algunos porteños— representa un testimonio histórico y artístico que merece ser redescubierto.
La obra, concebida por el artista Enrique Savio, se emplaza sobre un bloque triangular de cemento armado, y cada una de sus caras está cargada de un relato visual distinto:
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En una cara se representa el primer cuartel de artillería, junto con el cuartel actual del Regimiento de Granaderos a Caballo, ubicado en el barrio de Palermo. Un puente visual entre pasado y presente.
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En otra se despliegan los escudos de los escuadrones que integran el regimiento, símbolo de identidad, orden y herencia militar.
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Y en la tercera, una imagen tallada del Cruce de los Andes, el hito más trascendental de la campaña libertadora encabezada por el General José de San Martín, donde los Granaderos jugaron un papel fundamental.
Este monumento no solo tiene valor artístico, sino que está estratégicamente emplazado en un sitio con peso histórico: el lugar donde se instaló el primer cuartel de artillería, una pieza clave en la defensa de la Ciudad durante las primeras décadas del siglo XIX.
La elección de los materiales —cemento armado, robusto y duradero— también responde a una intención clara: transmitir fortaleza, permanencia y solemnidad. No es una obra que busca imponerse con espectacularidad, sino con silencio, firmeza y simbolismo.
Lo que sorprende es la poca difusión que este tipo de obras recibe, pese a su significado patriótico. Muchas veces pasamos por al lado sin saber lo que representan. Y es ahí donde entra en juego el rol del arte público como herramienta de educación cívica, memoria colectiva y revalorización cultural.
Enrique Savio, el artista detrás de la obra, ha trabajado en diversos monumentos con contenido histórico, siempre apelando a una estética clara y narrativa. Su intervención aquí es sobria, precisa y profundamente significativa.
En una Ciudad que conserva su historia a través del espacio público, estos símbolos están vivos, aunque a veces se confundan con el paisaje. Pero cada relieve del monumento nos invita a detenernos, a mirar y a reflexionar.
Personalmente, caminar frente a este monumento me recordó que la historia está siempre más cerca de lo que creemos. A veces, solo hay que detenerse un momento y mirar con otros ojos. Porque ahí, grabados en concreto, siguen latiendo los pasos de los Granaderos.