Recoleta suma un nuevo espacio público de calidad con identidad patrimonial: el histórico Pasaje Pizzurno y la Plaza de los Maestros fueron puestos en valor, integrando paisaje, seguridad y cultura en el corazón de la educación argentina.

La Ciudad de Buenos Aires concretó una obra esperada en uno de los rincones más emblemáticos de Recoleta. Con la restauración de la Plaza de los Maestros y la transformación del Pasaje Pizzurno en una calle de convivencia, el entorno del Palacio Sarmiento —sede del Ministerio de Educación de la Nación— recupera protagonismo como punto de encuentro ciudadano, símbolo del patrimonio educativo y cultural.

“Esto no es solo una mejora urbana, es una puesta en valor del conocimiento, del legado arquitectónico y del espacio público como lugar de pertenencia”, me dijo una docente jubilada que pasó más de treinta años enseñando en una de las escuelas del pasaje. Y al caminar por el área renovada, la sensación es clara: el cambio no es menor.

Un corredor que une historia y presente

Las obras abarcaron el tramo del Pasaje Pizzurno comprendido entre Marcelo T. de Alvear y Paraguay, en plena Comuna 2. La intervención tuvo un doble objetivo: realzar el valor patrimonial del entorno y mejorar la calidad del espacio público para los vecinos, estudiantes y trabajadores que transitan diariamente por allí.

Entre las mejoras más importantes, destaco:

  • Ampliación de la Plaza de los Maestros, incorporando parte del pasaje como extensión natural del espacio verde.

  • Reducción de la circulación vehicular a un único carril, que ahora funciona bajo el concepto de “calle de convivencia”, donde peatones tienen prioridad.

  • Nivelación del suelo con adoquines intertrabados, que permite una integración más fluida entre la plaza, la calle y el Palacio Sarmiento.

  • Instalación de nuevo mobiliario urbano, incluyendo bancos, cestos, luminarias LED y dos dársenas para carga y descarga o ascenso de pasajeros.

  • Diseño paisajístico renovado, que reorganiza los espacios verdes con canteros, árboles y sectores de descanso.

Lo interesante es que esta puesta en valor no solo reordena visual y funcionalmente el lugar, sino que además refuerza su identidad como enclave cultural. Desde hace más de un siglo, este sector de Recoleta alberga instituciones educativas de relevancia como la Biblioteca Nacional de Maestros, el Instituto de Formación Docente N.º 1 y la sede histórica del Ministerio de Educación.


Recuperar la memoria desde el diseño urbano

Quienes recorran hoy el pasaje notarán una transformación que, sin perder el espíritu del lugar, lo trae al presente con soluciones contemporáneas. La plaza no solo está más verde, también es más segura y accesible. Se eliminaron barreras físicas, se mejoró la iluminación y se optimizó la circulación para todos los públicos.

“La idea fue jerarquizar un área que estaba descuidada y devolverle el protagonismo que merece. Ahora el Palacio Sarmiento tiene una entrada digna de su historia”, explicó un funcionario del Ministerio de Espacio Público, al recorrer la obra finalizada. Y no exageraba: el acceso al edificio parece hoy una auténtica explanada, con mayor visibilidad y amplitud, perfecta para actividades cívicas, visitas escolares o simplemente para sentarse a leer.


Un nuevo punto de encuentro

Desde mi rol como periodista —y como vecino que muchas veces pasó por allí sin prestarle atención—, confieso que redescubrir este espacio fue una sorpresa. Recoleta no solo tiene museos y cafés: también tiene rincones donde la historia se respira en las veredas. Y si esos rincones se transforman sin perder su alma, ganamos todos.

Con esta obra, la Ciudad no solo revaloriza un área icónica, también apuesta por la convivencia urbana, la educación y el disfrute del espacio público. Porque cuando el diseño se encuentra con la memoria, lo que se construye no es solo una plaza: es una ciudad más vivible.