Con más de un siglo de historia, el Palacio Ortiz Basualdo no solo representa el esplendor de la arquitectura academicista francesa, sino que también es símbolo del vínculo histórico y cultural entre Francia y Argentina. Hoy, este edificio es mucho más que la sede de una embajada: es un pedazo de Europa anclado en la Recoleta porteña.
Frente a la Plaza Carlos Pellegrini, en la elegante avenida del Libertador, se alza uno de los edificios más imponentes de Buenos Aires: el Palacio Ortiz Basualdo. Construido en 1918 bajo la dirección del arquitecto francés Pablo Pater, su estilo academicista francés con toques neoborbónicos lo convirtió en una joya arquitectónica. En 1939, fue adquirido por el gobierno francés y desde entonces es la sede oficial de su embajada en Argentina.
“Este edificio no solo es una embajada, es un testimonio vivo del diálogo entre dos culturas. Caminar por sus pasillos es recorrer un siglo de historia compartida”, me dijo un funcionario de la embajada, con orgullo y cierta emoción en los ojos, durante una visita guiada para periodistas.
La historia del Palacio Ortiz Basualdo está marcada por el lujo, la diplomacia y la arquitectura. Encargado originalmente por Daniel Ortiz Basualdo, un destacado empresario y banquero argentino, el palacio fue concebido para albergar a una de las familias más influyentes del país durante el apogeo de la Belle Époque porteña.
La obra fue proyectada por Pablo Pater, un arquitecto de origen francés que supo imprimir en cada rincón del edificio el refinamiento del academicismo clásico de su tierra natal. Con influencia del estilo neoborbónico —caracterizado por el uso de columnas, mansardas, y una decoración sobria pero majestuosa— el palacio es un claro ejemplo de la admiración que la aristocracia argentina de principios del siglo XX tenía por la cultura europea.
En 1939, en un giro significativo, el edificio fue adquirido por el Gobierno Francés para convertirlo en la sede de su embajada. Desde entonces, el Palacio Ortiz Basualdo se convirtió en un punto clave para las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Algunos datos clave del palacio:
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Ubicación: Avenida del Libertador 1618, barrio de Recoleta.
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Año de inauguración: 1918.
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Arquitecto: Pablo Pater.
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Estilo: Academicismo francés con influencia neoborbónica.
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Adquisición por Francia: 1939.
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Superficie: Más de 3.500 m² distribuidos en tres plantas y un subsuelo.
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Elementos destacados: Salones de recepción con boiseries originales, escaleras de mármol de Carrara, vitrales traídos desde Francia y techos ornamentados con frescos y molduras.
La arquitectura del edificio no fue modificada sustancialmente desde su construcción, lo que lo convierte en una pieza única en el paisaje urbano porteño. Incluso su jardín, inspirado en los diseños franceses del siglo XIX, permanece como un oasis de calma en medio del bullicio capitalino.
Durante mi visita, pude observar cómo cada detalle fue preservado con un cuidado casi reverencial. Desde las lámparas de araña hasta los pisos de parquet, todo parece detenido en el tiempo. Uno no puede evitar imaginar los bailes de época, las reuniones diplomáticas y los secretos compartidos entre sus muros.
El Palacio Ortiz Basualdo no solo es una joya de la arquitectura, sino también un emblema de la historia compartida entre Argentina y Francia. Cada vez que paso por su fachada, siento que Buenos Aires me susurra un pedacito de París. Y eso, en una ciudad que late al ritmo del tango, es sencillamente mágico.