Las plataformas digitales, que en su origen se pensaron para conectar a las personas, se han convertido en una puerta de entrada a contenidos dañinos para los adolescentes. Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), conductas autolesivas y otras dinámicas peligrosas se propagan en espacios como WhatsApp, TikTok, Telegram e Instagram, poniendo en riesgo la salud física y emocional de los más jóvenes.

A sus 14 años, una adolescente buscó en WhatsApp una forma de conectar con otras personas, pero lo que encontró fue un grupo que la alentó a dejar de comer, a ocultarlo y a castigarse si “fallaba”. Su historia, aunque conmovedora, no es única. En plataformas como TikTok, Telegram e Instagram, miles de jóvenes atraviesan situaciones similares, atrapados por algoritmos que promueven dietas extremas y comportamientos dañinos. Este fenómeno creciente está afectando gravemente la salud mental y física de los adolescentes, quienes se encuentran cada vez más expuestos a contenido peligroso.

“Al principio, todo parecía inofensivo. Pensé que era solo un grupo donde me daban consejos sobre perder peso rápidamente. Pero pronto, la presión creció. Me decían que si no mantenía los ayunos o no perdía más peso, debía castigarme. Fue aterrador”, relata Valentina, quien logró salir de ese entorno tóxico y cerrar sus redes sociales después de que los algoritmos continuaran sugiriéndole contenido peligroso sobre dietas y TCA. Su historia resalta una realidad alarmante: los adolescentes están siendo influenciados por grupos virtuales que, en lugar de brindar apoyo, promueven conductas autodestructivas.

En la actualidad, las redes sociales se han transformado en un espacio donde los adolescentes pueden encontrar tanto apoyo como peligros. Si bien estas plataformas tienen un gran potencial para conectar a las personas y facilitar el acceso a información, su lado oscuro también es real. Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia, se han visto fuertemente promovidos por contenidos en plataformas como TikTok, Instagram, y Telegram, donde grupos ocultos comparten prácticas extremas que afectan la salud de los más jóvenes.

¿Cómo operan estos grupos peligrosos?

  • Los grupos cambian constantemente de nombre y encriptan sus contenidos para evitar ser detectados.
  • Difunden enlaces en otras redes sociales con el objetivo de captar nuevos miembros.
  • Exigen que sus integrantes sigan reglas estrictas, como enviar fotos de su cuerpo o de lo que comen, para continuar siendo parte del grupo.
  • Promueven conductas peligrosas, como los ayunos prolongados, la autolesión y las dietas extremadamente restrictivas.

Testimonios de víctimas
Los testimonios de adolescentes como Valentina no son excepcionales. Muchos de estos grupos digitales fomentan conductas peligrosas que incluyen:

  • “Si rompés el ayuno, tendrás que castigarte”, una frase recurrente que refleja la forma en que el control sobre la alimentación se transforma en una herramienta de poder psicológico.
  • “Te puedo explicar cómo mantener un ayuno sin que tus papás se enteren”, una estrategia que pone en evidencia cómo los jóvenes aprenden a ocultar sus comportamientos dañinos.
  • “Lo que comés en privado lo vestís en público”, un comentario que refleja cómo se promueven secretos peligrosos y el aislamiento social.

Además de los TCA, estas plataformas también son usadas para otras prácticas de riesgo, tales como:

  • Grooming y acoso online, donde adultos manipulan a los adolescentes para fines sexuales.
  • Ciberbullying y humillaciones públicas a través de la difusión de contenido dañino.
  • Retos y tendencias peligrosas que incitan a realizar actos que ponen en riesgo la vida o la salud.
  • Difusión de contenido violento y autolesiones, que refuerzan las dinámicas destructivas.
  • Propagación de información falsa, que distorsiona la realidad y genera confusión entre los jóvenes.

¿Qué pueden hacer los adultos?
Los expertos coinciden en que la clave para enfrentar esta problemática es una intervención activa de los adultos. No se trata solo de prohibir el uso de las redes sociales, sino de acompañar y educar a los adolescentes en su navegación por estos espacios. Algunas recomendaciones incluyen:

  • Supervisar la actividad en línea de los adolescentes, con respeto a su privacidad, pero sin dejar de estar atentos a lo que consumen.
  • Hablar sobre los riesgos de Internet, especialmente en relación con los trastornos alimentarios, el bullying online y otros peligros.
  • Identificar señales de alerta, como cambios en los hábitos alimenticios, aislamiento social o signos de autolesión.
  • Buscar ayuda profesional si se detectan conductas preocupantes. Es fundamental contar con el apoyo de psicólogos y terapeutas para abordar de manera efectiva cualquier trastorno o conducta dañina.

TikTok ha sido señalado como una de las plataformas más peligrosas, donde los jóvenes pasan horas viendo contenido sobre dietas extremas o comportamientos autodestructivos. “TikTok se ha convertido en el nuevo Google para los adolescentes”, afirma Sofía Martín, experta en salud mental juvenil. Los algoritmos, que favorecen los videos virales y las tendencias, alimentan la ansiedad y la comparación constante entre los jóvenes. Muchos adultos desconocen la magnitud de este fenómeno y las consecuencias de no supervisar adecuadamente el uso de estas plataformas.

Es esencial educar a los adolescentes sobre los peligros que acechan en línea. “Si bien las redes sociales tienen muchos aspectos positivos, el riesgo de exposición a contenido dañino es real y debe ser tomado en serio”, añade Martín. Para combatir este problema, es necesario un enfoque multifacético que incluya no solo la intervención de los padres, sino también de educadores, instituciones de salud mental y de la sociedad en su conjunto.

El poder de las redes sociales es indiscutible, pero su cara oscura está afectando cada vez más a los adolescentes. Como adultos, nuestra responsabilidad es educar, supervisar y, sobre todo, acompañar a nuestros jóvenes en su mundo digital para prevenir riesgos que puedan tener consecuencias devastadoras. Proteger a los adolescentes de los peligros que acechan en línea no es una tarea fácil, pero es fundamental si queremos garantizar su bienestar físico y emocional.