Con música, calidez y pasión, Jorge Quenaya transforma cada sábado en una fiesta compartida en la Estación Saludable del Parque Chacabuco. A ritmo de salsa y bachata, vecinos de todas las edades descubren que bailar no es solo mover el cuerpo: es volver a sentirse vivos.
En una esquina arbolada de Parque Chacabuco, el frío no tiene lugar. Todos los sábados por la mañana, un grupo de vecinos se reúne frente a la Estación Saludable de Emilio Mitre y Asamblea. Allí, Jorge Quenaya, bailarín, coreógrafo y profesor, los invita a moverse al ritmo de la salsa y la bachata. Lo hace con energía, con técnica y con un profundo amor por el arte de bailar. La entrada en calor es tan importante como la música, porque aquí no solo se sueltan los músculos: también se aflojan las tensiones, los prejuicios, la rutina.
“Lo que buscamos es que todos sean compañeros, que se conozcan, que haya vínculo, que haya grupo. El baile puede ser algo más que físico: puede ser comunidad”, dice Jorge mientras observa cómo sus alumnos giran, sonríen y se funden en la música como si no existiera otra cosa más urgente que ese momento.
Desde Retiroweb decidimos acercarnos a esta experiencia barrial que hace del movimiento un vehículo de conexión. Lo hicimos un sábado frío, pero con el cielo despejado. Al llegar, ya estaban bailando. Había señoras grandes, chicos jóvenes, una pareja de adolescentes y hasta un señor con bastón que, desde su lugar, acompañaba con palmas y hombros. Me sumé sin pensarlo. No hacía falta inscripción, ni condición física, ni saber pasos. Solo ganas.
Jorge, a quien todos llaman “El Chino”, dirige la clase con firmeza y calidez. Sus ojos rasgados, de ahí su apodo, transmiten alegría. Lo acompaña una playlist perfectamente medida: primero salsa, luego bachata. Pero antes de todo, la entrada en calor. “No queremos movimientos robóticos”, dice mientras hace girar los tobillos, libera rodillas, activa hombros. Esa preparación inicial parece mínima, pero tiene una función poderosa: conectar cabeza y cuerpo, preparar a la persona entera para entregarse al momento.
A lo largo de la jornada, fuimos descubriendo más sobre Jorge Quenaya:
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Baila desde los nueve años. A esa edad, ya se sumergía en el folklore y el ballet.
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Pasó por múltiples escenarios y géneros: jazz, tango, clásico, flamenco.
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Recibió premios, pisó podios y trabajó en televisión, incluso en Showmatch y junto a la familia de Julio Bocca.
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Hoy tiene 41 años y, aunque las lesiones lo alejaron de danzas más exigentes, sigue adelante gracias a la salsa y la bachata.
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Es jurado, coach y, sobre todo, docente. Ha enseñado a niños, adultos mayores y personas con discapacidad.
“Cuando competís no perdés. O ganás o aprendés”, reflexiona. Y en su caso, esa filosofía se ve en cada clase: no hay errores, solo formas de mejorar.
Uno de los pilares de esta experiencia es la calidez del grupo. Cecilia, una alumna con más de diez años de baile encima, lo resume mejor que nadie:
“Sus clases son increíbles. Nos cuida mucho, y es muy técnico, muy variado. Cada sábado es una historia distinta. A veces merendamos juntos, otras salimos a bailar. Se armó algo muy lindo, que va más allá del baile”.
Y es cierto. En el parque no solo se baila: se construye comunidad. Jorge deja siempre un rato libre para improvisar, para que los alumnos se conozcan, se animen, se suelten. “Esa parte es clave”, nos cuenta, “porque el objetivo es que se hagan amigos, que esto no sea una clase más”.
Mientras observaba el cierre de la jornada, entendí por qué esta propuesta crece cada semana. En tiempos de aislamiento digital, de pantallas que mediatizan hasta los afectos, el baile aparece como un salvavidas. Aquí no hay filtros, ni redes sociales, ni performance: hay cuerpos reales, miradas sinceras, risas compartidas.
Lo más inspirador es que, como dice Jorge, “no necesitás una condición”. Salsa y bachata no piden antecedentes, ni estado físico perfecto, ni conocimientos previos. Solo hacen falta ganas. La clase no se siente como un entrenamiento: se vive como una celebración.
Las Estaciones Saludables de la Ciudad se han convertido en un verdadero motor de actividad física gratuita y al aire libre, y la propuesta de Jorge suma arte y emoción a esa lógica. Es una política pública que se llena de contenido humano, gracias a personas como él, que no solo enseñan a bailar, sino a reencontrarse.
Desde Retiroweb celebramos este tipo de propuestas que, sin buscar reflectores, iluminan la vida cotidiana de los barrios. Porque bailar, cuando es con otros, cuando es con alegría, también es una forma de sanar.