Con la presentación del catálogo Del carro al cuadro. La historia del fileteado porteño, el Museo de la Ciudad rindió homenaje a una tradición artística que evoluciona sin perder su esencia, ahora con una mirada cada vez más femenina y contemporánea.
Este miércoles 23 de abril, al mediodía, me sumé a la presentación del catálogo Del carro al cuadro, una publicación que acompaña la exposición homónima realizada en la sede Querubines del Museo de la Ciudad entre mayo y septiembre de 2024. En una sala colmada de voces apasionadas por el arte y la historia, se celebró la vigencia del fileteado porteño, esa joya visual que supo decorar carros y colectivos y que hoy se reinventa en manos de nuevas generaciones, muchas de ellas lideradas por mujeres.
“El fileteado es una forma de contar quiénes somos los porteños, con humor, con color, con picardía, pero también con memoria y oficio”, dijo Dolores Jaureguialzo, directora del Museo, al abrir el evento junto a autoridades como Pedro Aparicio y Helena Ferronato, y la curadora general Paula Carrella.
Yo estaba allí, frente a las fileteadoras Ceci Calvet y Silvia Dotta, escuchándolas hablar de su trabajo, de cómo reinterpretan los símbolos clásicos del fileteado y los transforman en discursos contemporáneos. Fue imposible no sentir el peso simbólico y afectivo de lo que estaban contando: no se trataba solo de una técnica decorativa, sino de una expresión profundamente ligada a la identidad porteña.
El catálogo, que se presentó formalmente en este evento, cumple una función clave:
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Documenta la colección de fileteado porteño que conserva el Museo de la Ciudad, una de las más importantes del país.
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Analiza los procesos históricos y culturales que dieron forma al fileteado, desde sus orígenes humildes en los carros de reparto hasta su llegada a galerías y museos.
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Reconoce la inclusión de nuevas voces, especialmente de mujeres fileteadoras, que desde su perspectiva aportan frescura, sensibilidad y una narrativa propia al lenguaje visual del fileteado.
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Integra entrevistas, ensayos y registros fotográficos, convirtiéndose no solo en un documento curatorial, sino también en un testimonio afectivo de la evolución de este arte.
Cabe recordar que el fileteado fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad en 2006, y más tarde, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2015. Estos reconocimientos no son meros títulos: legitiman una tradición que combina oficio, creatividad y cultura popular, y que supo adaptarse a los tiempos sin perder su esencia.
Durante la charla, se discutió también sobre el futuro del fileteado: cómo se enseña hoy en talleres y escuelas, cómo se adapta a nuevos soportes —desde murales hasta indumentaria urbana— y qué desafíos enfrenta para no volverse solo un “objeto de museo”.
“Las mujeres no solo estamos fileteando, estamos diciendo algo con eso”, dijo Silvia Dotta, con una sonrisa serena pero firme. Y fue entonces cuando entendí que este catálogo no es solo un repaso de la historia del fileteado. Es también un manifiesto sobre el presente y el futuro de un arte que, como pocos, sabe hablar con el corazón en las manos.
Salir del Museo de la Ciudad después de esa presentación fue como volver a ver la ciudad con otros ojos. Porque el fileteado sigue ahí, en las calles, en los colectivos, en las paredes. Pero también está en los libros, en las voces de las mujeres que lo reinventan, y en ese catálogo que no solo documenta, sino que late.