El Jefe de Gobierno, Jorge Macri, encabezó una emotiva misa frente a la Catedral Metropolitana para homenajear al Papa Francisco, acompañado por miles de fieles, autoridades y delegaciones internacionales.

En una ciudad conmovida, Jorge Macri lideró una misa multitudinaria en las escalinatas de la Catedral Metropolitana para rendir homenaje al Papa Francisco. Entre cánticos, oraciones y una atmósfera cargada de respeto y emoción, Buenos Aires despidió al pontífice que nació en sus calles y transformó al mundo desde Roma.

“Buenos Aires se despide de un porteño común que pasó a ser un líder mundial extraordinario. El padre Jorge fue el mismo Francisco que desde Flores, su barrio, nunca dejó de sentirse unido a esta Ciudad”, expresó con emoción el Jefe de Gobierno.

La mañana porteña del homenaje estuvo marcada por el recogimiento y la solemnidad. La misa fue presidida por el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, quien ofició la ceremonia ante más de 300 sacerdotes y una Catedral colmada de ciudadanos, autoridades y representantes de distintas confesiones religiosas. Participaron también el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, funcionarios de todo el país y más de 70 delegaciones diplomáticas, quienes se acercaron para honrar la figura del Papa Francisco.

Estuvieron presentes junto a Jorge Macri su esposa, la periodista María Belén Ludueña; la vicejefa de Gobierno, Clara Muzzio; la legisladora María Eugenia Vidal; el jefe de Gabinete porteño, Gabriel Sánchez Zinny, y la Directora General de Cultos. Todos, unidos por una misma emoción: la de despedir a un líder espiritual que dejó huella profunda en los corazones porteños.

“El Papa Francisco fue un gran impulsor del diálogo interreligioso entre católicos, judíos y musulmanes. Nos enseñó que la diferencia nos une cuando somos capaces de observar con una mirada inclusiva, algo que nos convierte en mejores personas y mejores ciudadanos. Y también nos enseñó a abrazar”, añadió Macri, resaltando uno de los pilares más fuertes del pontificado de Francisco.

En paralelo, mientras la Ciudad realizaba su homenaje local, la representación oficial del Gobierno porteño estuvo presente en las exequias del Papa en el Vaticano. Allí, Fulvio Pompeo, Secretario General y de Relaciones Internacionales, y Victoria Morales Gorleri, Presidenta del Consejo de Niñas, Niños y Adolescentes, participaron del funeral en la Santa Sede junto a más de 130 delegaciones del mundo.

“Vinimos en representación de la Ciudad para celebrar el enorme legado de Francisco. Es el porteño que humildemente llegó a todo el mundo comprometido con los demás, de incansable trabajo por la paz. Desde Buenos Aires lo despedimos con orgullo y gratitud”, dijo Pompeo desde Roma, destacando el vínculo inquebrantable entre Francisco y su ciudad natal.

Francisco fue un Papa que se mantuvo cerca de los más humildes, de quienes sufren, de los olvidados. Desde su elección en 2013, el primer Papa latinoamericano y jesuita no solo transformó la imagen de la Iglesia, sino que también se convirtió en un símbolo de unidad en tiempos de grieta.

  • Nació en Flores y nunca olvidó su barrio.

  • Lideró el Vaticano con sencillez, prescindiendo de lujos.

  • Fue voz mundial por la paz, el ambiente y la justicia social.

  • Visitó más de 50 países, y generó puentes donde había muros.

  • Su legado se basa en el amor por el prójimo, el perdón, la inclusión y el diálogo sincero.

Su cercanía con Buenos Aires fue permanente. No sólo por haber sido Arzobispo durante 15 años, sino porque aún desde Roma seguía hablando con los curas villeros, enviando cartas a comunidades barriales o haciendo llegar su bendición a quienes más lo necesitaban. “Nunca se fue del todo”, escuché decir a un hombre mayor en la misa, y creo que tenía razón.

Como periodista y como porteño, fui testigo de una despedida profunda y auténtica. No solo dijimos adiós al Papa; abrazamos el legado de un hombre que nos enseñó a mirar al otro con compasión. Y aunque ya no esté físicamente, Francisco sigue caminando nuestras calles. Porque, como él mismo dijo, “nadie se salva solo”.