El jefe de Gobierno porteño encabezó un sentido homenaje al Papa Francisco, quien falleció a los 88 años. Rodeado de funcionarios, destacó su humildad, su lucha incansable y su compromiso con los más vulnerables.

En el corazón de Buenos Aires, entre los muros centenarios de la Catedral Metropolitana, se vivió un momento de recogimiento profundo. Jorge Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad, despidió al Papa Francisco en una misa cargada de emoción y memoria. “Fue un porteño que trascendió como nadie los límites de nuestra Ciudad”, dijo, mientras el eco de su voz se fundía con el silencio respetuoso de los presentes.

“Siento profundo dolor. Francisco venía dando una batalla fuerte por su enfermedad, pero siempre con una tremenda entrega”, expresó Macri, visiblemente conmovido. Y agregó una reflexión que resonó entre los asistentes: “Compartimos una visión que llevo para siempre en el corazón: el concepto de no dejar a nadie atrás”.

El papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, falleció a los 88 años tras una larga enfermedad. Su muerte generó una profunda conmoción no solo en el ámbito religioso, sino también en la política y la sociedad argentina. En ese marco, se realizó una misa en su honor en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, el lugar donde todo comenzó para él, cuando aún era arzobispo de la ciudad.

El homenaje, presidido por Jorge Macri, fue sobrio y sentido. Acompañado por una comitiva compuesta por figuras claves de su gobierno —la vicejefa Clara Muzzio, el jefe de Gabinete Gabriel Sánchez Zinny, el secretario general Fulvio Pompeo, la directora de Cultos Pilar Bosca y Victoria Morales Gorleri, presidenta del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes—, el mandatario porteño ofreció palabras que no fueron solo protocolares, sino cargadas de cercanía.

  • Francisco fue elegido Papa en marzo de 2013 y se convirtió en el primer pontífice latinoamericano de la historia.

  • Su papado se caracterizó por una fuerte crítica al descarte social, la desigualdad y la indiferencia global frente al sufrimiento humano.

  • En Argentina, su figura siempre estuvo marcada por un vínculo especial con los sectores más humildes, los barrios populares y los movimientos sociales.

  • Jorge Macri recordó: “Fue un Papa sin pompa, sin lujo, dedicado a la gente que ha sufrido toda su vida”.

Esa frase sintetiza un estilo pastoral que rompió moldes. Francisco no solo fue líder espiritual, también fue un actor social de peso, incómodo para algunos sectores de poder, pero inspirador para millones.

Durante la ceremonia, no hubo discursos extensos ni gestos grandilocuentes. La atmósfera fue de recogimiento, respeto y profundo cariño. La Catedral, que tantas veces albergó al entonces cardenal Bergoglio en sus misas matinales y silenciosas visitas a los fieles, volvió a llenarse con su espíritu.

La figura de Francisco excede a la Iglesia: se convirtió en un símbolo global de paz, diálogo y justicia social. Como dijo Jorge Macri en su alocución, “los que tenemos roles de liderazgo, tenemos que tener certeza de rumbo, pero también sensibilidad para ir al fondo de la fila”.

Ese “ir al fondo de la fila” no es solo una metáfora. Es el corazón del mensaje de Francisco. Y quizás, la enseñanza más grande que dejó: la de mirar a los ojos a quienes están más lejos, a los descartados, a los olvidados. No desde la caridad, sino desde la dignidad.

Hoy lo despedimos desde el mismo lugar donde tantas veces habló con firmeza y ternura. Me fui de la Catedral con una certeza: su legado no murió. Francisco, el Papa del pueblo, sigue caminando entre nosotros, en cada gesto de compasión y en cada compromiso real por los que menos tienen. Y eso, creo, es lo más poderoso de su paso por este mundo.