El domingo, las familias disfrutaron de un evento repleto de espectáculos, talleres y actividades inclusivas. La creatividad, el humor y la música se combinaron para dar vida a una jornada inolvidable que convocó a grandes y chicos por igual.
Desde Retiroweb estuve allí, en medio del bullicio y las risas, y puedo afirmar que pocas veces se respira un clima tan vibrante. Como me comentó una mamá mientras acompañaba a su hijo a un taller: “Lo mejor de estos festivales es que todos encontramos algo para disfrutar, desde los más chicos hasta los abuelos”.
El evento, realizado este domingo, ofreció una programación variada y cuidada que pensó en cada integrante de la familia. Sobre el escenario principal, la música marcó el pulso de la tarde con shows en vivo y propuestas que hicieron bailar a chicos y adultos. El cierre estuvo a cargo de Los Cazurros, quienes con su espectáculo “Súper Hits” lograron arrancar carcajadas y ovaciones con un humor absurdo y encantador que recorrió sus mejores historias.
Además de los shows musicales y teatrales, la jornada tuvo varios momentos destacados:
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La “Hora Calma”, pensada para garantizar una experiencia inclusiva a chicos y chicas neurodivergentes o con sensibilidad sensorial. Luces tenues, sonidos más suaves y un ambiente distendido permitieron que todos pudieran disfrutar sin barreras.
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Talleres creativos que fueron un éxito rotundo: en el Taller de Juguetes Desfabricados, los más pequeños armaron objetos originales con materiales reciclados, explorando el poder de la reutilización.
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Un espacio de Robótica interactiva, donde niñas y niños se sorprendieron al poder crear sus propios robots y llevárselos a casa.
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Propuestas lúdicas que invitaron a imaginar, inventar y jugar en comunidad, reforzando la idea de que el aprendizaje también puede ser entretenimiento.
La magnitud del festival se enmarca dentro de una agenda más amplia de la Ciudad, que busca llevar espectáculos gratuitos a cada rincón. En este sentido, el programa “Vamos las Plazas” desplegó shows para niños en espacios verdes de las 15 comunas, mientras que el Parque de la Ciudad fue epicentro de otro festival repleto de atracciones: inflables, pista de patinaje y espectáculos para todas las edades.
Como cronista, me llamó la atención cómo se cuidó cada detalle para que nadie quedara afuera: desde los espacios inclusivos hasta las propuestas interactivas, todo estuvo pensado para hacer sentir a cada familia parte de una celebración colectiva. El arte, el juego y la innovación convivieron en un mismo lugar, demostrando que los encuentros culturales fortalecen los lazos sociales y acercan a los vecinos.
Al caer la tarde, mientras el eco de las canciones de Los Cazurros se mezclaba con las últimas carcajadas del público, me quedó claro que este festival no fue solo un pasatiempo: fue un recordatorio de que la cultura, cuando se comparte en comunidad, tiene un valor incalculable.