A pasos de la Estación Retiro se alza uno de los monumentos más singulares de la Ciudad: un tótem indígena canadiense de 21 metros que narra mitos milenarios y simboliza una amistad internacional forjada en los años 60.

Frente al constante movimiento de la terminal de Retiro, entre colectivos, autos y valijas, pocos se detienen a mirar hacia arriba. Pero quien lo hace descubre una historia tallada en madera. En Plaza Canadá, desde 1964, se eleva un tótem de más de veinte metros, regalo del pueblo canadiense que cuenta mitos ancestrales de los pueblos originarios del norte. Es una pieza única en Sudamérica, cargada de simbolismo, que ha sobrevivido al tiempo, al olvido y a una compleja restauración.

“Es un monumento tan inusual como valioso. A veces pasamos apurados por la zona sin saber que tenemos frente a nuestros ojos una obra que encierra siglos de cultura y una historia de amistad entre países”, me comentó una vecina del barrio que caminaba por allí mientras yo tomaba notas para esta crónica.


El legado indígena que se alza en Retiro

Lo que muchos desconocen es que el nombre “Plaza Canadá” no fue casual. En los años 60, la Municipalidad de Buenos Aires quiso rendir homenaje al gobierno y al pueblo canadiense. Fue el embajador de ese país quien propuso donar un tótem como símbolo de hermandad y respeto entre culturas.

El tótem fue traído por barco desde Canadá y fue inaugurado el 6 de marzo de 1964 en un acto oficial. La pieza es una auténtica obra de arte:

  • Tallado en madera de cedro rojo, proveniente del oeste de Canadá.

  • Mide 21 metros de altura, lo que lo convierte en uno de los más altos fuera del territorio canadiense.

  • Representa figuras mitológicas del pueblo Kwakiutl, una de las naciones originarias de la región de Columbia Británica.

Cada figura encierra un significado espiritual y cultural:

  • El Águila, símbolo de sabiduría y poder.

  • El León marino, guardián de los mares.

  • La Nutria marina, ligada a la agilidad y el juego.

  • La Ballena, símbolo de fuerza y profundidad emocional.

  • El Castor, emblema del trabajo constante.

  • El Ave Caníbal, figura legendaria con poderes sobrenaturales.

  • El Hombre, al pie del tótem, como receptor de toda esa herencia mitológica.

Es una narrativa vertical, donde cada figura se apoya sobre la anterior, como si formaran una cadena de mitos y saberes que trasciende culturas.


Una restauración necesaria para un emblema olvidado

Con el paso de los años, el tótem comenzó a deteriorarse. La exposición constante al clima porteño, muy diferente al húmedo y frío aire canadiense para el que fue concebido, fue haciendo mella en la estructura. En febrero de 2008, la Ciudad tomó una decisión fundamental: derribar temporalmente el tótem para su restauración.

“Era una obra invaluable, y estaba en riesgo real de perderse. Restaurarlo fue un desafío técnico, cultural y hasta diplomático”, explicó en su momento el entonces Ministro de Cultura, el Ingeniero Hernán Lombardi.

El proceso de restauración incluyó:

  • Relevamiento histórico y cultural de la obra original.

  • Intervención de especialistas en arte indígena de Canadá.

  • Conservación de la mayor cantidad posible de material original.

  • Protección del tótem con nuevos tratamientos para resistir el clima de Buenos Aires.

El tótem restaurado fue reubicado en su lugar de origen, en Plaza Canadá, manteniendo su orientación original y conservando su diseño simbólico. Hoy, el monumento se alza nuevamente como un faro cultural en medio del tránsito y la arquitectura porteña.


Testimonio de otra era, símbolo del presente

Desde Retiroweb me tomé el tiempo de sentarme frente al tótem, justo en el banco que da hacia la estación de trenes. En esos minutos, entre el ruido de los colectivos y la caminata apurada de los oficinistas, pude ver algo que muchas veces ignoramos: la capacidad de la Ciudad de conservar su patrimonio, incluso el más atípico.

Mientras observaba la figura del Águila en la punta del poste, me di cuenta de que ese tótem no solo representa a los pueblos originarios canadienses, sino también algo que Buenos Aires defiende: la diversidad cultural, el diálogo con otras naciones, y la apertura al mundo. Que exista un monumento así, en pleno barrio de Retiro, es una declaración de principios.


La Ciudad, tallada en historias

Plaza Canadá no es solo una plaza más. Es un rincón en donde Buenos Aires y Vancouver, los kwakiutl y los porteños, la madera de cedro y el hormigón urbano se encuentran y conviven. El tótem sigue ahí, firme, recordándonos que toda ciudad tiene su relato oculto. Solo hay que animarse a levantar la vista.