Ubicado en la Plaza San Martín, el monumento honra a los 649 argentinos caídos en la Guerra de Malvinas. Una llama votiva arde sin pausa y mantiene encendida la memoria colectiva de todo un país.
El Cenotafio a los Caídos en la Guerra de Malvinas es mucho más que un monumento: es un espacio de recogimiento, respeto y homenaje. Inaugurado en 1990 en el barrio de Retiro, recuerda a los 649 argentinos que dieron su vida en el conflicto bélico de 1982. Allí, grabados en piedra, están sus nombres. Frente a ellos, una llama eterna. Y alrededor, una Ciudad que no olvida.
“Las Malvinas no son solo una causa nacional. Son una herida, una deuda, un legado. Este cenotafio es nuestra forma de agradecerles a quienes no volvieron. Es nuestro compromiso de recordar todos los días que la soberanía también se honra con memoria”, me dijo Mario Sánchez, excombatiente y vecino de la zona, durante una visita reciente al monumento.
Como cronista de Retiroweb, decidí acercarme una vez más a la Plaza San Martín, donde se erige uno de los sitios más emotivos y cargados de simbolismo que tiene la Ciudad de Buenos Aires: el Cenotafio a los Caídos en la Guerra de Malvinas. A pocos metros del bullicio de la terminal de Retiro y del tránsito constante de la avenida Santa Fe, este espacio parece detenido en el tiempo, sostenido por el respeto y el silencio.
El cenotafio —término que refiere a una tumba vacía en honor a quienes murieron lejos de su patria— fue inaugurado en 1990, a ocho años del conflicto. Su diseño es sobrio pero poderoso. El monumento consiste en una serie de 25 placas de mármol negro pulido donde están grabados, con precisión y respeto, los nombres de los 649 argentinos fallecidos en la guerra de 1982.
Debajo de las placas se encuentran:
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Los escudos de las 23 provincias argentinas.
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El escudo de la Ciudad de Buenos Aires.
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El escudo nacional, como símbolo de unidad y soberanía.
En la parte superior del monumento, se destaca la silueta de las Islas Malvinas, grabadas con relieve, y una lámpara votiva encendida permanentemente. Esa llama representa el recuerdo eterno y el compromiso del pueblo argentino con sus héroes.
Uno de los detalles más impactantes es el cambio de guardia. Las tres fuerzas armadas del país —Ejército, Armada y Fuerza Aérea— custodian el lugar de forma rotativa, todos los días, entre las 8 y las 20 horas, con relevos en cada hora par. Este acto ceremonial, realizado con precisión y solemnidad, atrae tanto a turistas como a vecinos que se detienen a observar con respeto.
En mi recorrida pude conversar con algunos visitantes. Una mujer, Andrea, que había llevado a su hijo de 10 años, me comentó: “Es importante que nuestros hijos entiendan qué pasó, por qué hay nombres grabados acá. No es un paseo, es una lección de historia y de amor a la patria”. Y tenía razón. El Cenotafio no es solo un punto en el mapa; es una página viva del pasado reciente.
El conflicto armado por las Islas Malvinas comenzó el 2 de abril de 1982, cuando las fuerzas argentinas desembarcaron en el archipiélago del Atlántico Sur, reclamado históricamente por nuestro país. La guerra concluyó el 14 de junio del mismo año, con el regreso de las fuerzas británicas al control del territorio. El saldo fue trágico: 649 argentinos perdieron la vida, la mayoría jóvenes que apenas superaban los 18 años.
Muchos de esos nombres hoy están grabados en esas placas de mármol. Y para quienes visitan el cenotafio, leerlos uno por uno es una experiencia profundamente conmovedora. Cada apellido, cada inicial, representa una familia, una historia truncada, un futuro que quedó inconcluso. Pero también representan coraje, entrega y convicción.
Desde su inauguración, el monumento se convirtió en epicentro de los actos oficiales por el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, que se celebra cada 2 de abril. Ese día, cientos de personas —entre ellos excombatientes, autoridades, estudiantes y familiares— se reúnen en torno a la llama eterna para rendir homenaje.
Pero el homenaje no se limita a una fecha. Todos los días, el Cenotafio recibe flores, cartas, banderas y mensajes. Algunos escritos a mano, con palabras sencillas, pero cargadas de amor. Otros, con imágenes de aquellos soldados que hoy solo viven en el recuerdo.
A nivel patrimonial, el lugar forma parte del circuito histórico de la Ciudad, y su cuidado está a cargo del Gobierno porteño. Recientemente se realizaron tareas de puesta en valor, con limpieza especializada del mármol, renovación del sistema de iluminación nocturna y mantenimiento de las áreas verdes circundantes. También se proyecta sumar un espacio de interpretación con contenido histórico para que las nuevas generaciones comprendan el contexto y el sentido del monumento.
En el marco educativo, varias escuelas organizan visitas guiadas, especialmente en fechas patrias. Es una manera directa de acercar a los chicos a una parte sensible de nuestra historia. Como periodista y como ciudadano, creo que ese es uno de los mayores valores del Cenotafio: su capacidad de generar reflexión, incluso en quienes no vivieron la guerra.
Desde Retiroweb, invitamos a todos los vecinos y visitantes de Buenos Aires a detenerse unos minutos frente al Cenotafio. Allí donde arde la llama, arde también la memoria de un país que aún sigue construyendo su identidad. Porque recordar a los que dieron la vida por la Patria no es mirar al pasado: es proyectar un futuro con más justicia, más verdad y más conciencia colectiva.