Es una de las plazas más antiguas de Buenos Aires, y aunque hoy la rodean cafés, bocinazos y turistas curiosos, este espacio guarda secretos que van desde una historia de pobreza y resistencia hasta una revolución armada. Lo que hoy parece un remanso verde en pleno Retiro, alguna vez fue el Hueco de Doña Gracia, y su pasado está tan lleno de vida como la ciudad que la abraza. 🌆✨
“Caminar por esta plaza es como entrar a un museo al aire libre, pero sin vitrinas”, pensé mientras miraba a los vecinos que descansaban en los bancos. Todo está ahí: las sombras de los árboles centenarios, las estatuas, los monumentos, y también esas historias mínimas que resisten al paso del tiempo. Porque si hay algo que aprendí recorriendo Buenos Aires, es que cada plaza tiene su alma, y la de Libertad es la de una ciudad que nunca dejó de reinventarse.
La Plaza Libertad es mucho más que un espacio verde en el barrio de Retiro: es uno de los rincones más antiguos y simbólicos de la ciudad. Su historia comienza a fines del siglo XVIII, cuando la manzana aún no tenía propietario ni construcciones. Según cuentan los registros y la tradición oral, fue ocupada por una mujer afrodescendiente, una mendiga conocida como Doña Gracia o Doña Engracia, que levantó allí un rancho humilde para vivir.
🕯️ Desde entonces, el lugar fue conocido como el “Hueco de Doña Gracia”, y hay quienes sostienen que esa mujer habría regenteado un pequeño burdel. Sea mito o realidad, lo cierto es que fue la primera habitante de este rincón que con el tiempo se transformaría en símbolo de la libertad porteña.
Con el paso de los años, la ciudad creció y los huecos se transformaron en plazas. En 1822, el Cabildo decidió bautizar este espacio con el nombre que aún conserva: Plaza Libertad, un nombre que no fue casual, en una Buenos Aires que comenzaba a pensarse como república independiente y moderna.
En 1882, el paisaje cambió nuevamente: se inauguró en su centro un monumento dedicado a Adolfo Alsina, político y militar que representaba los ideales del progreso liberal de la época. La obra fue creada por el escultor francés Aimé Millet, el mismo que años antes había diseñado figuras para la Ópera de París.
📜 Algunos hitos que marcaron su historia:
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En 1890, durante la Revolución del Parque, la plaza se convirtió en campo de batalla entre civiles rebeldes y tropas del gobierno nacional.
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Fue testigo de marchas, protestas y actos cívicos a lo largo del siglo XX, siempre manteniendo ese espíritu combativo que la caracteriza.
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Hoy, rodeada de edificios emblemáticos y del movimiento constante de la Avenida Santa Fe, la Plaza Libertad conserva su trazado histórico y un aire de dignidad que se siente apenas uno pisa sus baldosas.
En ese mismo lugar donde ahora un grupo de chicos juega al fútbol y una pareja comparte mates bajo el sol. Me sorprende cómo la ciudad logra superponer capas de tiempo sin perder su esencia.
💬 “La historia está viva, solo hay que saber escucharla”, me dijo una mujer mayor que paseaba a su perro y que, según me contó, vive frente a la plaza desde hace más de cuarenta años. Tiene razón. La Plaza Libertad no necesita museos: ella misma es uno.
Recorrerla es revivir la historia de Buenos Aires desde sus orígenes más humildes hasta su consolidación como capital moderna. Aquí convivieron la pobreza y la rebeldía, la memoria y el progreso. Y aunque el nombre de Doña Gracia se haya perdido en el tiempo, su espíritu persiste como símbolo de quienes hicieron ciudad con las manos y el corazón. ❤️