Con motivo de sus 89 años, el emblemático Obelisco porteño inaugura un mirador que promete cambiar la forma de ver la Ciudad de Buenos Aires. Miles de vecinos ya se anotaron para vivirlo en primera persona.

Subir al Obelisco ya no es un privilegio exclusivo de operarios o restauradores. Desde este fin de semana largo, los vecinos de Buenos Aires pueden disfrutar de una vista inédita desde las alturas del símbolo porteño, gracias a la apertura oficial de su nuevo mirador panorámico. El acceso es limitado, pero la experiencia, aseguran, es inolvidable.

“Este gran proyecto de ingeniería revaloriza uno de los símbolos porteños. El mirador panorámico es un nuevo atractivo turístico que cambiará la manera de ver nuestra Ciudad y su patrimonio, como en las grandes metrópolis del mundo”, afirmó el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, durante la inauguración del espacio.

Durante todo el fin de semana largo, los primeros afortunados comenzaron a vivir la experiencia única de ver Buenos Aires desde uno de sus íconos más reconocidos. La iniciativa, impulsada por el Gobierno de la Ciudad, generó una verdadera revolución de entusiasmo entre los vecinos:

  • Se lanzaron inscripciones a través de las redes sociales de @baparticipacionciudadana.

  • Más de 22.000 personas se anotaron para formar parte de esta experiencia histórica.

  • Posteriormente, se contactó a los inscriptos para confirmar asistencia, en grupos reducidos por jornada.

  • La entrada se realiza desde la Plaza de la República, subiendo 8 escalones hasta un ascensor instalado especialmente.

  • Este ascensor está sostenido por un moderno sistema de anclajes y acompañado por una escalera metálica que funciona como vía de evacuación.

Como periodista —pero sobre todo como porteño— no quise quedarme con la curiosidad. Me anoté, fui convocado, y subí. Confieso que al ingresar al ascensor sentí una mezcla de vértigo y emoción. No es solo un recorrido vertical: es un viaje al corazón simbólico de Buenos Aires. Y cuando se llega a la cima, a esos pequeños ventanales que ahora ofician de mirador, uno entiende por qué este gesto arquitectónico, inaugurado en 1936 por el arquitecto Alberto Prebisch, marcó un antes y un después en la estética urbana de la ciudad.

El Obelisco cumple 89 años desde su construcción para conmemorar los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza. Fue erigido en un tiempo récord de solo 31 días, y desde entonces ha sido escenario de celebraciones, protestas, intervenciones artísticas y homenajes. En 1939, su revestimiento original —hecho con lajas de piedra blanca calcárea de Córdoba— fue reemplazado por revoque, tras el desprendimiento de algunas piezas. Desde 2005, ostenta el título de Monumento Histórico Nacional, lo que implica su conservación y protección integral.

El mirador, según explicaron desde el Gobierno, no afecta la estructura ni altera su valor patrimonial. Es una obra de ingeniería delicada que logra combinar tecnología, respeto histórico y funcionalidad. El ascensor es silencioso, compacto y seguro. Las vistas, al llegar, son simplemente impactantes: la 9 de Julio se extiende como un río de asfalto, los techos del Teatro Colón se observan en detalle, y la ciudad late debajo como un mapa vivo.

Además del valor turístico que sumará este nuevo punto panorámico, la medida busca acercar a los vecinos a su patrimonio de una manera directa, lúdica y emocionante. “Esto es algo que parecía imposible hace algunos años. Y hoy, con planificación y tecnología, lo logramos sin afectar el monumento”, me explicó uno de los ingenieros que participó del proyecto, al pie del Obelisco.

Hoy el Obelisco no solo se mira: también se habita, se sube, se contempla desde adentro. Y esa posibilidad, inédita hasta ahora, nos invita a mirar la ciudad con otros ojos. Yo ya lo viví, y te aseguro que vale la pena.