Desde Retiroweb salgo a recorrer las veredas donde los puestos cerrados hace años ya no tienen lugar. Esta limpieza urbana no es solo estética: es una decisión política que apuesta por una ciudad más ordenada y habitable.

Los días de los puestos de diarios oxidados y de flores marchitas sin dueño están contados. El Gobierno porteño puso en marcha un plan para retirar estructuras abandonadas en la vía pública que no solo afean el paisaje urbano, sino que generan focos de suciedad y obstruyen el paso peatonal. En lo que va del año, ya se removieron 53 puestos. Y esto, como vecina y periodista, lo celebro.

“Un puesto cerrado durante años, sin mantenimiento y sin actividad, genera suciedad, obstruye la circulación y perjudica a quienes viven o transitan la zona”, me dijo Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana, cuando lo consulté sobre este operativo. Sus palabras fueron tan claras como las veredas que buscan recuperar.

La iniciativa forma parte de un programa de ordenamiento del espacio público porteño que busca garantizar limpieza, seguridad y mejor circulación en la ciudad. Según datos oficiales:

  • Actualmente, hay 1.144 puestos habilitados en la vía pública:

    • 797 son de diarios

    • 348 son de flores

  • Desde que comenzó la gestión actual, se retiraron 89 puestos abandonados:

    • En 2024: 36 en total (33 de diarios y 3 de flores)

    • En lo que va de 2025: 53 en total (51 de diarios y 2 de flores)

  • El criterio principal para el retiro es la inactividad prolongada comprobada. Antes de remover cualquier estructura, el Gobierno de la Ciudad intima varias veces a los titulares a presentar el permiso correspondiente.

  • Los inspectores realizan visitas periódicas para constatar el estado de cada puesto. Si permanece cerrado de forma sostenida, se inicia el proceso de baja y remoción.

  • En los casos donde el puesto no tiene permiso y se comprueba su abandono, el retiro es directo, sin instancia de reconsideración.

Como periodista que camina Retiro todos los días, veo cómo estos esqueletos de chapa y madera se oxidaban al sol y acumulaban basura. Algunos tenían persianas caídas hace más de cinco años. Nadie los tocaba. Nadie los reclamaba. Pero todos los esquivaban.

Este plan no borra el valor histórico de los canillitas ni la poesía de los puestos de flores. No se trata de eliminar oficios, sino de remover estructuras que dejaron de tener vida, función y permiso legal. Según el Gobierno, este proceso no afecta a quienes sí mantienen sus puestos activos: aquellos con permiso vigente y operación comprobable seguirán trabajando normalmente.

El paisaje urbano también se limpia quitando lo que ya no tiene razón de estar. Porque una ciudad ordenada no es solo más linda: es más justa para quienes sí la habitan activamente.